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- Publican hallazgo de huellas fósiles de aves en la Antártica
Posted by : Unknown
28 jun 2012
“El año 2009 viajé a la isla Rey Jorge gracias al Dr. Marcelo Leppe, paleobiólogo del Instituto Antártico Chileno, quien me invitó a participar en su proyecto sobre las conexiones entre la Patagonia y la Antártica. Dentro de los lugares que teníamos que explorar estaba el cerro Fósil y ahí se produjo este hallazgo con más de 60 piezas encontradas ese año”, comenta Mansilla, actual encargado del Laboratorio de Paleobiología del INACH.
La icnología es una rama de la Paleontología que estudia las marcas fósiles dejadas por la actividad de los organismos; dichas marcas son conocidas técnicamente como icnitas o icnofósiles. Ya que un mismo tipo de huellas puede ser dejado por especies distintas, la icnología ocupa una sistemática diferente, refiriéndose exclusivamente a la huella y no al productor de ésta, por lo que en estos casos se habla de icnoespecies.
Existían reportes de huellas de aves desde los años setenta, hechos por el geólogo Vladimir Covacevich. Gracias a estas 60 piezas recuperadas por Mansilla, Leppe y Natalia Varela se pudo redescribir una de las huellas encontradas por Covacevich (Antarctinus fuenzalidae) como Gruipeda fuenzalidae, un ave similar al zorzal con garras pequeñas. También se encontraron huellas de un Fororracoide, ave carnívora de gran tamaño e incapaz de volar.
En el artículo publicado por Antarctic Science se describen también huellas de Avipeda, similar al carancho, con hálux elevado (dedo hacia atrás) y garras. En este caso, es el primer registro en la Antártica de Avipeda. Finalmente, logró definir tres huellas de Uhangrichnus (un pato con membrana interdigital hasta la mitad del dedo).
“Las huellas fueron depositadas en la orilla de un lago: tenemos restos de tallos de Equisetites, que son plantas que viven en este tipo de ambientes, y tenemos también ondulaciones dejadas por el agua en el sedimento (ripplemarks) y gotas de lluvia o paleogotas (raindrops)”, explica el joven investigador del INACH. La característica más importante son los ripplemarks, ya que se trata de ondulaciones muy juntas unas de otras, indicando que la energía era muy baja en el lugar, probablemente un lago. Este escenario lacustre tenía mucha vegetación, con Nothofagus, Lauraceae y las ya nombradas equisetales. “Es muy similar a lo que podemos ver en pantanos costeros de Magallanes o en la Región de Los Lagos, por las afinidades de la flora”, afirma el licenciado en Ciencias Biológicas.
El afloramiento tiene una edad que abarca el Eoceno medio, es decir, hace unos 48 millones de años, cuando la Antártica todavía estaba unida con la Patagonia; sólo después del Oligoceno se separan definitivamente, hace 23 millones de años.
El análisis de estas muestras se hizo en los laboratorios del INACH y los científicos chilenos gestionaron la colaboración con investigadores extranjeros, como Silvina de Valais, de la Universidad Nacional de Río Negro (Argentina), experta en huellas de aves, y del geólogo alemán Wolfgang Stinnesbeck, de la Universidad de Heidelberg. Este estudio contó con el financiamiento del Fondecyt y del Instituto Antártico Chileno.
Según Leppe, jefe del Departamento Científico del INACH, “estas publicaciones en revistas de corriente principal no se darían si no se hubiera invertido en el primer laboratorio de paleobiología en Magallanes y si no hubiéramos tenido proyectos de cooperación internacional; estos dos factores están dando mayores oportunidades a los jóvenes interesados en la ciencia antártica”. Otro ejemplo es el de Toshiro Jujihara, joven titulado de la Universidad de Magallanes, quien trabajó en este laboratorio y ahora está en el Consejo de Monumentos Nacionales.
Justamente gracias a estos proyectos de cooperación internacional, Mansilla pudo realizar una pasantía en Alemania y conocer el desarrollo de la Paleontología en un país que es referencia en esta disciplina. Para él, este ha sido un trabajo largo, con desencantos y encantos, “porque había momentos en que me aburría de medir tantas huellas, pero al final, cuando logramos establecer ciertos registros, fue conmovedor. Esto es algo que yo nunca pensé que existía. Yo llegué al INACH sin saber de fósiles y ahora sé un poco más y la idea es seguir especializándome. Las trazas fósiles son algo que no se conoce mucho en Chile, hay muy poca gente trabajando en esto y es importante que se desarrolle, porque es una ciencia que está en el olvido y que puede entregar muy valiosa información”.