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El paleontólogo David Martill de la Universidad de Portsmouth (RU) afirma haber resuelto la incógnita sobre la máxima envergadura de alas de estos reptiles basándose en unos fósiles encontrados recientemente en México e Israel.
Estos fósiles consisten en huellas fosilizadas y otros restos que dan extrapolado un tamaño de alas de 18 metros. Los fragmentos de las alas hallados no son pequeños y además han encontrado huesos correspondientes a los dedos de un sorprendente tamaño.
Entre los hallazgos está que el tejido membranoso del ala es muy fino llegando a sólo medio milímetro de grosor y que la articulación de hombro (fundamental para el vuelo) era muy novedosa, con una anatomía muy original.
La estructura de alas se parece más a la de un murciélago que a la de un ave, pero con los huesos huecos como estas últimas.
El cuerpo del reptil sería como máximo igual a un torso humano para mantener un peso ligero. Y el cuello de tres metros de largo le permitiría cazar presas en vuelo a ras de suelo.
Este paleontólogo especula con las dificultades en el despegue y aterrizaje que estos colosos del aire tendrían.