Descubren fósiles de lo que parecer ser el primer animal con esqueleto. Ser que vivió antes de la explosión del Cámbrico, durante el periodo Ediacarense.
Lo que sabemos sobre la vida que pobló este mundo en el pasado lo sabemos casi en exclusiva gracias al registro fósil. Si una forma de vida no fosilizó en ningún momento entonces no sabremos nunca de ella.
La posibilidad de que un ser fosilice depende de varios aspectos, como que tenga o no partes duras. De este modo, los seres con caparazones, huesos, esqueleto o exoesqueleto de algún tipo fosilizan más fácilmente que otros constituidos sólo por partes blandes. A veces ocurre que durante muchos años se especula mucho con la forma de un ser del pasado porque sólo se cuenta con sus partes duras, como pasó con los conodontos, y luego, cuando se encuentra un fósil que conserva sus partes blandas resulta que la criatura era muy diferente en vida a cómo la habíamos imaginado.
La posibilidad de que un ser fosilice depende de varios aspectos, como que tenga o no partes duras. De este modo, los seres con caparazones, huesos, esqueleto o exoesqueleto de algún tipo fosilizan más fácilmente que otros constituidos sólo por partes blandes. A veces ocurre que durante muchos años se especula mucho con la forma de un ser del pasado porque sólo se cuenta con sus partes duras, como pasó con los conodontos, y luego, cuando se encuentra un fósil que conserva sus partes blandas resulta que la criatura era muy diferente en vida a cómo la habíamos imaginado.
De todos los millones de especies que ya desaparecieron sólo conocemos una pequeña parte, las demás nos son desconocidas y muchas lo serán por siempre porque aunque busquemos sus fósiles no los encontraremos nunca. Encima la tectónica y la erosión va degradando ese registró, eliminando información sobre su existencia. Quizás hubo un día un yacimiento fósil clave que permitiría desentrañar un gran misterio de la evolución animal, pero quizás fue destruido en la colisión de dos continentes.
Desde el punto de vista lógico, la Paleontología terminará como ciencia en el momento en que se descubra el último fósil, aunque eso probablemente no ocurrirá antes de que la especie humana como tal también se extinga. Mientras tanto podemos disfrutar de lo que se va conociendo.
Por tanto, el registró fósil es lo que nos habla de esas especies del pasado y nos habla de una manera parcial. Hubo un tiempo en que la explosión del Cámbrico era todo un misterio porque en el registro fósil las formas pluricelulares complejas de vida aparentemente surgían súbitamente de la nada. Muchos de esos seres presentaban en vida diversos grados de mineralización que facilitó que se fosilizaran. Ya en su día Darwin echó la culpa de este fenómeno a un registro fósil incompleto.
En las últimas décadas se han ido descubriendo fósiles de formas de vida que existieron antes de la famosa explosión cámbrica. Son seres de cuerpo blando, con aspecto pasivo y poco complejos, pero muy interesantes. Los primeros se descubrieron en Australia en las colinas de Ediácara y dieron nombre al periodo geológico anterior al Cámbrico: el Ediacarense, que se sitúa entre hace 630 y 542 millones de años. Luego se descubrieron fósiles similares en otras partes del mundo. La parte triste es que el descubridor de esta fauna, Reginald Sprigg, pasó años luchando para que se reconocieran sus hallazgos como fósiles precámbricos sin éxito alguno.
Se ha especulado mucho sobre la vida ediacarense. Como la morfología de los seres que vivieron en esa época es bastantes distinta a la de los seres que aparecieron después se ha llegado a proponer que la fauna de ediácara fue un “experimento fallido” desde el punto de vista evolutivo que no dejó descendencia directa posterior.
La explosión del Cámbrico sigue siendo “explosiva” pese al descubrimiento de fauna ediacarense, pero para saber mejor cómo se dio tal explosión de vida animal compleja hay detalles que todavía quedan por saber, como la aparición de las primeras estructuras duras.
Ahora un grupo de paleontólogos de la Universidad de California en Riverside ha descubierto el animal con esqueleto más antiguo conocido. Se le ha llamado Coronacollina acula y su edad se sitúa entre los 560 y 550 millones de años, lo que le sitúa dentro del Ediacarense, antes de la explosión del Cámbrico. Vivía en el fondo oceánico.
Este hallazgo proporciona pistas sobre la evolución de la vida en este planeta, sobre la extinción de especies o cómo los organismos responden a los cambios ambientales.
Se han encontrado fósiles de esta criatura en Australia. Los espécimenes mejor conservados de Coronacollina acula muestran un cuerpo principal con espinas articuladas. Sus fósiles aparecen como una depresión en la roca de unos pocos milímetros a 2 cm de profundidad. Pero como las rocas en las que están se han compactado durante todo este tiempo el animal medía de 3 a 5 cm en vida.
De este cuerpo principal con forma de cono truncado partían unas espículas que medían de 20 a 40 cm de longitud. La construcción de este ser es similar a las esponjas cámbricas. Los investigadores especulan que esta criatura ingería comida de manera similar a cómo lo hacen las esponjas y que carecía de locomoción.
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Hasta ahora se creía que antes del Cámbrico todos los animales tenían el cuerpo blando y carecían de partes duras, pero este organismo, con su esqueleto, demuestra que ya había seres con partes duras en sus cuerpos antes del Cámbrico. Además, estas partes duras proporcionaban un soporte estructural al animal, lo que constituye una innovación evolutiva muy importante en los animales.
Según los autores del estudio este ser proporciona un enlace entre dos periodos de tiempo. En el primer periodo se producirían los organismos precursores que luego se desarrollarían en el Cámbrico. La aparición de las partes duras o esqueléticas no se darían súbitamente en el Cámbrico como se pensaba, sino que algunos seres de la fauna de Ediácara fueron los que dieron lugar al linaje animal que conocemos. Según estos científicos esta fauna no se extinguió sin dejar descendencia, sino que fueron los precursores de lo que vino después durante el Cámbrico.
Este esqueleto mantendrían el resto del cuerpo, constituido por partes blandas, de este ser. Como suele ocurrir en estos casos una vez se da la muerte del animal su cuerpo, incluidas su partes blandas, se fragmenta y por esa razón se encuentran espículas y troncos de cono por separado. Como se han encontrado cientos de estos fragmentos ha sido posible reconstruir el esqueleto de este ser. La abundancia de estos restos hace pensar que se trataba de una especie gregaria.
Habitualmente se asocia la presencia de esqueleto con la aparición de la depredación, pero en este caso el esqueleto sólo proporcionaba soporte estructural. No se han hallado pruebas de que existiera depredación en el Ediacarense.
Sin duda este hallazgo es algo que habría gustado mucho a Darwin.
Según los autores del estudio este ser proporciona un enlace entre dos periodos de tiempo. En el primer periodo se producirían los organismos precursores que luego se desarrollarían en el Cámbrico. La aparición de las partes duras o esqueléticas no se darían súbitamente en el Cámbrico como se pensaba, sino que algunos seres de la fauna de Ediácara fueron los que dieron lugar al linaje animal que conocemos. Según estos científicos esta fauna no se extinguió sin dejar descendencia, sino que fueron los precursores de lo que vino después durante el Cámbrico.
Este esqueleto mantendrían el resto del cuerpo, constituido por partes blandas, de este ser. Como suele ocurrir en estos casos una vez se da la muerte del animal su cuerpo, incluidas su partes blandas, se fragmenta y por esa razón se encuentran espículas y troncos de cono por separado. Como se han encontrado cientos de estos fragmentos ha sido posible reconstruir el esqueleto de este ser. La abundancia de estos restos hace pensar que se trataba de una especie gregaria.
Habitualmente se asocia la presencia de esqueleto con la aparición de la depredación, pero en este caso el esqueleto sólo proporcionaba soporte estructural. No se han hallado pruebas de que existiera depredación en el Ediacarense.
Sin duda este hallazgo es algo que habría gustado mucho a Darwin.