Posted by : Unknown 5 ene 2011

Encuentran troncos, ramas y hojas conservados gracias al frío en la isla Ellesmere, corresponde a los árboles que había allí cuando todavía no era el lugar tan gélido y yermo que es ahora.

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Paisaje de la isla Ellesmere. Fuente: Joel Barker, Ohio State University.
La diferencia entre el pasado y el futuro es que no podemos recordar el futuro. Ni siquiera podemos saber muchas cosas sobre él, aunque podemos crear modelos y predicciones que nos permitan saber algo sobre lo que podrá pasar.
Por otro lado tenemos la posibilidad de saber qué paso en el pasado. Por eso a algunas personas les fascina, de uno u otro modo el pasado. Si son de la vertiente científica probablemente se maravillen recreándose con tiempos geológicos en los que este planeta era distinto y las plantas y animales que lo poblaban eran diferentes, raros y exóticos para un observador del presente. Un bosque devónico o la época en la que dinosaurios cretácicos comieron las primeras plantas con flores producen excitan la imaginación de casi cualquiera que tenga sensibilidad científica. Generalmente tenemos fósiles que nos hablan de esos tiempos.
Por definición los fósiles son los restos petrificados de seres vivos que vivieron alguna vez en la Tierra, e incluso se considera que sus huellas también lo son. Pero si no ha pasado suficiente tiempo desde que algún resto haya sido enterrado quizás todavía no ha dado tiempo a que los tejidos hayan sido sustituidos por minerales. Si es así los tejidos se conservan casi tal cual, sobre todo si algo así se da bajo el frío del ártico, que los conservará así incluso durante millones de años.
Hace poco se ha descubierto precisamente un bosque conservado de ese modo, el más septentrional de Canadá hasta el momento, en la isla Ellesmere (que conocemos por aquí gracias a Tiktaalik). Los restos de árboles que han encontrado tienen entre 2 y 8 millones de años y se encuentran exquisitamente conservados. Este hallazgo ayudará a predecir cómo responderá el Ártico al calentamiento global. Durante el verano de 2010 un equipo de investigadores ha recolectado muestras de troncos, ramas y hojas que luego fueron analizadas. Los resultados se presentaron en un congreso el pasado día 17 en San Francisco.
Aunque 11 millones de años parezca poco tiempo y los continentes fueran casi los mismos que ahora, el mundo era muy distinto. Todavía no existía el istmo de Panamá y el gran impacto que supuso su formación no se había dado aún. Además el clima era muy distinto al actual.
Si echamos un vistazo a un mapa mundi, la isla Ellesmere está muy cerca del polo norte (al igual que lo estaba hace 11 millones de años) y ahora está cubierta de nieve o hielo en su mayor parte. Pero hubo una época en la que estaba cubierta de bosques.
Joel Barker, de Ohio State University y líder del estudio que ha analizado las muestras, cree que en la región emergerán muchos de estos bosques momificados si el deshielo sigue al ritmo actual. La madera así expuesta se pudrirá y liberará cantidades significativas de dióxido de carbono y metano a la atmósfera que aumentarán el efecto invernadero.
Los bosques momificados no son tan raros como podemos pensar, pero lo que hace a este caso tan especial es que es el único que está tan al norte. Cuando el clima empezó a ser más frío, hace 11 millones de años, estas plantas ahora preservadas fueron las primeras en sentir los efectos del cambio, y como el material orgánico está tan bien conservado, se podrá hacer una reconstrucción de cómo el clima fue cambiando y de cómo las plantas respondieron a ese cambio.
Baker encontró el depósito en 2009, cuando estaba enrolado en otro proyecto distinto, siguiendo las indicaciones de un guarda del parque. Este individuo le comentó que había visto palos de madera saliendo del barro en un glaciar en fusión.
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Afloramiento de restos de árboles. Fuente: Joel Barker, Ohio State University.
Al verano siguiente regresó al lugar con unos colaboradores y estudiaron el área en detalle. El análisis de las muestras sólo acaba de comenzar e incluye la secuenciación de ADN de las muestras.
Pero, de momento, los investigadores ya han identificado las especies más comunes que había en la región: piceas y abedules. Los árboles tenían al menos 75 años cuando murieron, pero la debilidad de sus anillos de crecimiento revela que estaban sufriendo mucho estrés para poder sobrevivir.
Estos árboles vivían en un momento particularmente duro en el Ártico. La isla Ellesmer estaba cambiando rápidamente desde un ambiente templado y siempre verde al clima que podemos ver hoy. Estos árboles tenían que soportar medio año en total oscuridad y un clima cada vez más frío, por eso los anillos de crecimiento son tan finos.
También se ha analizado el polen encontrado, descubriéndose que en esa época el número de especies no era muy alto. Esto sugiere que la biodiversidad de la zona empezó a sufrir según el clima se hacía más frío.
Hay posibilidades de que también se encuentren restos animales, como pequeños insectos, en los restos.
Ya veremos, pero seguro que el análisis de estas muestras nos deparará gratas sorpresas en un futuro próximo.

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