Posted by : Unknown 22 ene 2011



Describen una nueva especie cámbrica emparentada con Anomalocaris.
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Hace más de 500 millones de años los animales que mandaban sobre la Tierra no eran nuestros antepasados. La vida estaba dominada por artrópodos y toda una variedad de extrañas criaturas.
Somos el fruto de una innumerables cadena de contingencias. Pikaia, el primer cordado y nuestro más remoto antepasado animal conocido, ocupaba un puesto casi insignificante en ese ecosistema. Nadie hubiera apostado por él y su descendencia. En ese mundo primitivo la cumbre de la cadena trófica estaba ocupada por Anomalocaris canadensis, un terrible depredador de casi un metro de longitud y boca circular tachonada de dientes. Era el “Tiranosaurio rex” de aquel entonces. Que la mayoría de la gente conozca al Tiranosaurio rex y no a fascinante Anomalocaris es incompresible además de injusto. Puede que incluso Anomalocaris depredara, entre otros, a algún que otro Pikaia de vez en cuando. Para variar debía de ser un bocado exquisito, pues era más blando que otros seres protegidos por duros caparazones. Las batallas de esta guerra probablemente las perdía casi siempre Pikaia.
Para aquellos a los que les atrae la fauna maravillosa de los mares cámbricos, la descripción de un “primo” de Anomalocaris les parecerá muy interesante. Hurdia victoria fue descrito en 1912 como un crustáceo. Sus restos fósiles se encontraron por primera vez en el yacimiento de 505 millones de años de antigüedad de Burgess Shale, en la Columbia Británica (Canadá). Burgess Shale fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y es un magnífico ejemplo paleontológico de lo que se ha llamado la explosión del Cámbrico.
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Espécimen completo de Hurdia del Royal Ontario Museum. Foto: Allison Daley
Los restos de Hurdia victoria formaban un rompecabezas de fragmentos dispersos. Ahora Allison Daley, de la Universidad de Upsala, y sus colaboradores canadienses y británicos han reconstruido este ser revelando que se trata de un complejo y notable nuevo animal de diseño corporal único, y que también debía de ser, con sus 20 cm, un formidable depredador en aquellos tiempos. Además, este fósil nos puede ayudar a comprender el origen de un grupo de animales actuales: los artrópodos.
Aunque los primeros fragmentos fósiles de este animal tienen casi 100 años de antigüedad se asumió que eran partes de crustáceos. En algunas colecciones se describían estos fragmentos incluso como partes de otros animales tales como medusas, pepinos de mar, etc. Sin embargo, nuevas expediciones desde los años noventa del pasado siglo lograron recuperar especímenes más completos que llevaron a los investigadores a pensar que Hurdia era más de lo que parecía.
La última pieza de este rompecabezas, un espécimen muy bien conservado, se encontró en la colección del Smithsonian National Museum of Natural History (Washington DC). En los setenta y ochenta se le clasificó como artrópodo y más tarde como Anomalocaris.
Cuando un animal de estos muere, aunque sea como en un lugar como Burgess Shale en donde una avalancha enterró a toda una comunidad marina, los cuerpos se descomponen, sobre todo las partes blandas, y las partes duras (que fosilizan mejor) se deforman y aplastan. No es fácil reconstruir la apariencia que tenía el animal a partir del fósil plano que queda.
La nueva descripción de Hurdia, basada en más de 100 especímenes, lo relaciona efectivamente con Anomalocaris pero no es la misma especie. Hurdia tiene el cuerpo segmentado al igual que Anomalocaris y una cabeza con dos garras o apéndices espinosos que llevaban las presas a una boca redonda dentada. Pero a diferencia de él, Hurdia tiene un caparazón en tres partes que le cubre la cabeza y que además se proyecta hacia adelante dándole un aspecto hidrodinámico.
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El mejor espécimen de Hurdia victoria de Burguess Shale recolectado por Charles Walcott hace casi 100 años y recientemente identificado. Foto: Allison Daley.
Según Allison Daley, que se ha pasado tres años estudiando este fósil, este caparazón no se parece en nada a lo que tengan los artrópodos actuales. La función de esta proyección del caparazón es un misterio. En muchos animales se usa para proteger las partes blandas del cuerpo pero en este caso la proyección extra no cubre o protege nada al estar vacía.
Tanto Hurdia como Anomalocaris son organismos muy antiguos que aparecieron en el mismo linaje que también dio lugar a los artrópodos. Los artrópodos modernos cuenta con los insectos, crustáceos, arañas y ciempiés.
Ambos seres muestran detalles del origen de rasgos importantes que definen a los modernos artrópodos como la estructura de la cabeza y los miembros.
Además de su extraño caparazón frontal, Hurdia revela detalles exquisitos de las agallas asociadas al cuerpo, unas de las mejor conservadas del registro fósil. La mayor parte de su cuerpo está cubierto por agallas que eran probablemente necesarias para proporcionar oxígeno a un activo depredador tan grande (relativamente).
Seguro que la próxima vez que pida una ración de langostinos en un bar no los verá con los mismos ojos. Al final resultó que los descendientes de Pikia ganaron la guerra. Recuérdelo antes de comérselos, quizás así le resulten más sabrosos.

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