Acabo de leer una noticia verdaderamente impactante. Desde mi formación primaria, recuerdo que la maestra nos decía que los dinosaurios se extinguieron hace millones de años a raíz de un asteroide que chocó contra la Tierra y creó una inmensa nube de polvo que cubrió la atmósfera durante miles de años.
Al parecer, tanto mi maestra como todos los demás profesores que avalaron esta teoría y la repitieron sin preguntarse porqué, estaban errados. No pudo haber sido un asteroide ni una intensa actividad volcánica los que dieran fin a la especie en un proceso que, según documentan los paleontólogos, llevó varios millones de años de lenta decadencia. Debe existir otro factor que amenace lenta pero sostenidamente la supervivencia de los dinosaurios.
Una pareja de científicos de la Universidad de Princeton han encontrado la respuesta en los insectos. El surgimiento y evolución de estos portadores de enfermedades tiene una relación directa con la lenta decadencia de las especies que habitaron nuestro planeta hace millones de años. Este proceso fue potenciado incluso, por la expansión de las plantas con flores, factores absolutamente compatibles con la extinción de los dinosaurios.
Las catástrofes naturales funcionaron como aceleradores de un proceso, adelantando una consecuencia inevitable. Los culpables de la caída de las más colosales especies que habitaran el planeta llegan hasta nuestros días, y no superan escasos milímetros de altura.